2008-08-31

Primavera entrando por los ojos, colándose bajo la falda del vestido; de brisa ligera y sol audaz. Septiembre con aroma a jacarandá y traje de hierba fresca; con postales de libros abiertos en parques y plazas. Con besos descendiendo por cuellos despojados de pesados sweaters. Con perfectos informales veinte grados, invitando a la salida de shopping, a renovar guardarropas. Los mismos libros que exhibieron durante la semana hoy despiertan más atractivo; "Las viudas rojas", de Esteban Valenti, destacado en estantes y mesas de las librerías. -Pese al color de tapa que lesiona mi gusto me tentó conocer su faceta de novelista- La próxima semana cruzaré a Montevideo, a mi orilla, para cumplir el ritual de caminar la calle de árboles más bellos -calle Canelones-; bajar a la rambla de Carrasco por Santander; practicar jogging por rambla de México junto al puerto del Buceo; mimarme en los cafés del populoso Pocitos; apretarme en los brazos de Arizona -en mi Malvin de mil amigos-; atreverme al otro lado de la ciudad y atravesar la Ciudadela, donde reinan Gurvich y Torres García; al encuentro de noches de pubs y bohemia, perdiéndome en páginas sepia entre sus paisajes antiguos. Seguiré veleros en dirección este, donde el río ancho como mar irá confundiéndose de puro Atlántico; y, al regreso disfrutaré la Colonia de aire lusitano plagada de viajeros en tránsito entre una y otra capital del Plata.
La tarde llegó envuelta en crêpes de dulce de leche -para no perder la tradición- y esto sabe a hogar después de moler el café. Me pregunto qué película veré, mientras aún no me abandona esa pequeña dicha que atrapé viendo Francesca e Anunziata -alguien insitió en que había que verla y se lo agradezco- y el teléfono está calmo -desconectado- y el móvil lo apagué.
Necesito recuperar sueño y energías antes que anochezca.

2008-08-18

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Estas palabras marcan el límite del mundo que habito; me delatan tanto o más que los gestos... Hoy no logro expresar esta otra plenitud, esta rara serenidad -cuánto durará... -; nada desbordante pero que sacian este instante.
Me encuentro, "soy ésta" me repito, mientras siento el temblor de la rama que estoy abandonando.
Otra vuelta de página.
Mis ojos se sorprenden ante tanta libertad como un niño ante una canasta llena de golosinas.
Perder para ganar ... -pero esta puerta que dejaré atrás me cerrará otras-
Un salto al vacío, quizás. Y en vez de pensar canto: "El vacío está lleno de aire". (hehee)
Empiezo a asimilar esta ciudad en la que son incontables los sitios en los que ya me reconozco. Aquí decido quedarme, a cuarenta y cinco minutos de la que ya no será mi casa.
Dudo que estos sean buenos aires. Me quedo igual.
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Mi rambla está río de por medio, frente a una isla habitada solo por gaviotas.
(Mi vuelo de gaviota termina hoy)
Desde las nuevas ventanas no veré el río. Tengo que abrirme a nuevas cosas. Y perderme... Un vuelo seguirá a otro o, quizá, me conforme con un andar calmo; o arranque a doscientos... La velocidad me desafía y me seduce tanto como esta novedosa calma.
Hoy el mundo me pertenece -éste, mi pequeño mundo, pero más amplio que el de ayer-.
Moldearé mi propio tiempo -ojalá él no a mi-. Comienzo a resbalar en mis propios deseos.