2008-11-01

Es la expresión más aproximada que he escuchado acerca de mi egocéntrica persona: "Se arranca sola."
Es difícil ligarme a algo o a alguien durante mucho tiempo. Más difícil me resulta escribir en tercera persona, del otro o de la otra, cuando estoy inmersa en mi propio vaso alucinada por mis burbujas. Nada hay de excepcional aquí dentro pero si de diferente; si apareciese un captor de buenas almas -mansas- infartaría apenas deslizase medio cuerpo en mi corriente. ¿A quién podría interesarle entonces leerme? He guardado los últimos libros que adquirí sin terminar su lectura, hace semanas que no concurro al teatro, veo poco cine y sigo dada a mis actividades de siempre, mientras nado intentando salvaguardar mi individualidad en este punto de la geografía donde el chisme al igual que la descalificación pública es deporte nacional.
En Montevideo era diferente: apenas con su millón y medio de habitantes, la civilizada aldea no permite a nivel público lo que de este lado es una confesa pasión de alcance masivo. En este reino de la entretención y del divertimento el que teje más culebrones y los enreda mejor es el más aceptado, defendido y temido, porque quien lo acepta y defiende lo hace consciente de que en cualquier momento puede aquel ser su verdugo y ensañarse de la manera más vil contra su persona.
Pero he descubierto el talón de aquiles de este vulnerable aprendiz de malvado:apenas direcciono una sutil observación hacia su accionar -no directamente hacia su persona- se le enciende el rostro y desborda su vaso. Desborda en furia de su vanidad herida que le baña los ojos -esos ojos con indicios aborígenes que él y sus conciudadanos niegan en concenso- el portazo no se hace esperar y su aire ofendido inunda todo el ambiente.
(Porque este es un pueblo muy pero muy sensible, no indiferente, no de guante suave y mano dura como el montevideano.) Y comienzo a hablar de ese tercero, de ese otro, porque me resulta un ejemplar fascinante. Desde su declaración de inferioridad explícita en su envidia proverbial hasta en ese "hola, qué tal; ¿pasó algo?"-como si nada-. Es digno de atención según lo señala mi gusto, nunca hay aburrimiento mientras elucubra y generosamente siembra la duda y la discordia a todos y contra todos.
Anhela quizás ser aceptado y sigue el modelo imperante en este medio surrealista donde hay que destacarse diciendo cualquier cosa, mejor cuanto más antisonante. Si alguno de los allegados al virtuoso se digna hacerle ver la realidad desde otro vértice, aquél, más ofendido y furioso aún, lo declarará "traidor", haciéndole recuento de favores que podría dejar de recibir si el atrevido persiste en sus no solicitadas observaciones.
Hay mucho tango en malos aires. Y a este post se le contagia...
Vuelvo a mi corriente, intento no interrrumpirla con aquello que mi cabecita ha decidido no ignorar ... Pero no me resulta fácil ser indiferente al dolor de ese otro, al grito desesperado de su yo alienado ... ¿Cuánto resentimiento puede un ser humano guardar? ¿Cuántas humillaciones le trajeron ese dolor que ahora reparte gratuitamente entre los demás?
Hay brisa de verano allí afuera, solo me apetece salir al encuentro de alfombras verdes, perder mis ojos entre un follaje denso, entregarme al llamado de ese ser primitivo que todos llevamos dentro. Me dejo acariciar por el sol un par de horas previas al atardecer, cuando comprendo que este cielo es igual de celeste que aquel otro y tiene también sus nubes blancas aunque a su sombra cada pueblo maduró sus propios matices, distintas formas, estilos de comunicación diferentes ... Y me dejo seducir por las cosas que nos unen, ésta noche el infaltable asado en casa de amigos, el café que se prolongará hasta cercano el amanecer...
Llevo conmigo las paredes de la que fué mi otra casa: la fundamental. Traigo conmigo el eco de quien ya no está pero dejó huella firme mientras me construía. Porque nadie se hace solo ... Y no faltan los sermones de mamá llegando desde la otra orilla...